Ayer una
amiga, nos hizo llegar un regalo y al abrir el envoltorio mi mente volvió a
Jordanía.
Andar entre
las columnas de la antigua ciudad de Jerash, considera una de las ciudades
romanas mejor conservadas de todo el mundo.
Pasear por una de las siete maravillas del mundo
antiguo, Petra, la ciudad rosada, excavada
por completo en las rocas por los Nabateos.
La entrada a
la ciudad se realiza a través del Siq, un estrecho cañón, de un kilómetro de longitud, rodeado por acantilados que se elevan hasta los 80 metros de altura.
Cuando llegas al final vislumbras el Tesoro. Una inmensa fachada, de 28 m. de ancho y 43 m. de alto.
Existen cientos de tumbas excavadas en la roca, al
contrario de las casas, que fueron destruidas por el terremoto, estas se
construyeron para durar toda la eternidad.
Dominando el valle, se eleva el impresionante monasterio
Ad-Deir, una subida de 800 peldaños excavados en la roca llevan hasta él.
Por el angosto camino nos vamos encontrando artesanos beduinos en sus pequeños puestos para vender
artesanía local.
Y seguimos camino al desierto Wadi Rum. Conocido como el
“Valle de la Luna”. El paisaje, definido por Lawrence de Arabia como “ inmenso,
solitario… como tocado por la mano de Dios”, formado por arenas y montañas
rocosas.
Nos damos un baño en una playa del golfo
de Aqaba.
Y acabamos en el Mar
Muerto, que se encuentra a más de 400
metros por debajo del nivel del mar. Siendo el punto más bajo sobre la faz de
la tierra. Las aguas del Mar Muerto están rodeadas por tierra y no tienen
escapatoria, por lo que se evaporan dejando una densa y rica mezcla de sales y
minerales.
Que es lo que hay dentro de mi regalo
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